El deseo de los deseos

¿Hasta qué punto proyectamos nuestros deseos en lo que nos rodea? A veces pienso que muchos de los significados que damos a la vida son en realidad deseos ocultos, una forma casi infantil de moldear la realidad según nuestra voluntad.

Hay cierta ingenuidad en este proceso mental, pero también una fuente inagotable de poesía. Qué sería del mundo si no tuviéramos ojos para verlo, si nuestra imperfección no hiciera de esta realidad algo mágico, algo imperfecto.

De hecho, es un punto crucial del concepto de "magia". Mágico es aquello que no se puede explicar con el conocimiento que se tiene en ese momento. Mágico es lo que nuestra imperfección (tanto cognitiva como física) proyecta sobre el mundo.

Soy miope, veo muy mal de lejos, por eso llevo gafas. Esta imperfección mía me ha obligado muchas veces a hacer uso de otras herramientas para compensar, una de ellas es la imaginación. No veo los rasgos de una persona de lejos, tengo que reconocerla por sus otros "rasgos", quizá no faciales, pero sí corporales, su postura, su espalda, sus proporciones o su voz.

Pero volviendo a la magia, ¿no es eso el amor? ¿Ojos imperfectos que aceptan la perfección de quien tiene la suerte de ser amado? Muchos amores, sin embargo, se desvanecen cuando nuestra vista se agudiza, cuando nos acercamos, cuando somos capaces de ver los rasgos más finos, los ocultos, los defectos, las cualidades no expresadas, esas cosas que nos recuerdan, tal vez, a otra persona...

Pero a veces -es más único que raro, lo admito- a veces dos almas se encuentran, y cuanto más se miran, cuanto más se conocen, cuanto más se acercan, más se aman. Es una magia aún más poderosa que las demás, casi mística, divina. Algo tan perfecto que supera incluso el crecimiento, la conciencia. Es como la naturaleza. ¿Has mirado alguna vez una hoja? Es perfecta. La mires por donde la mires, sus patrones son orgánicos, todo está en su sitio, es funcional, pero también es bella. Es vida. He aquí que el amor más poderoso se parece a esto, está vivo, es necesario, y palpita en los corazones de aquellos a los que une.

Y es de este amor del que hablaré en El Anillo de Saturno. Un amor eterno, que va más allá de los hombres, incluso más allá de los dioses y más allá del destino.

Debo admitir que al principio estaba indeciso sobre si abordar un tema tan delicado y sobre todo trillado como el amor, pero -al igual que la hoja- cuanto más lo abordo, más siento que hay un enorme espacio en el que jugar. Un campo que va más allá de mis límites, que no me aburre ni me sacia.

Ahora entiendo por qué cientos de poetas antes que yo lo han explorado a lo largo y ancho, por qué está inexplorado, y nada es más mágico que aquello que nunca termina.

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