¡Termina, termina, termina!
En mi variada carrera, he aprendido una cosa muy importante: el valor de completar el propio trabajo es inmenso, mayor de lo que uno puede pensar.
Al completar algo, se produce el verdadero nacimiento. Es en ese momento, y sólo en ese momento, cuando la obra se convierte en algo más que un sueño, una locura de la imaginación. Así que, desde un punto de vista artístico, es en su finalización cuando la obra encuentra su sentido. Como en el artículo sobre la resolución dramatúrgica que escribí hace unas semanas.
Pero no es sólo este aspecto el que se beneficia de la finalización. También el artista, al terminar la obra, mientras experimenta el trauma de la separación, avanza hacia una fase diferente, de balance, casi de retrospección, que le permite mirar al futuro de otra manera. Enriquecido por su producción, que le da fuerza (interiormente, pero también de forma concreta, exteriormente, en un intercambio de valor monetario que le da la posibilidad de pensar que su arte es también su pan), el artista, con la finalización, se hace más fuerte.
Pero es el tercer aspecto el más importante. El que he realizado en mi propia piel. Quien completa, es fiable. Y esto, en un mundo tan fluido y acelerado como el nuestro, es oro. El que completa es un monolito que confirma al mundo que "lo que dice, lo hace". La fiabilidad es un valor importante para el artista. Creo que cada vez que una persona me lee, elige conscientemente dedicarme su tiempo. Y el tiempo es tan precioso que no tiene un valor definido. El tiempo sólo se da al artista fiable, porque el miedo a perder el tiempo, a malgastarlo en algo que, al fin y al cabo, no es ni transformador ni emocionante, es como una espada de Damocles.
Le pondré un ejemplo concreto: Fellini, o más recientemente Spielberg. Dos genios increíbles, que han demostrado, a lo largo de sus carreras, estar siempre atentos a su trabajo, a concluirlo, a dar, cada pocos años, una obra. Esto permitió predisponer al público a escuchar atentamente sus obras. Y sólo unos ojos y unos oídos atentos pueden captar las señales del artista.
Así pues, el artista que completa, en cierto sentido, predispone la realidad a la escucha.
¿Y qué quiere un artista, si no es que le escuchen?
¿Ha conseguido terminar algún proyecto increíble? ¿Tiene algo inacabado que le pide a gritos cada día que lo termine? Te espero en los comentarios.
Pequeña nota al margen: los próximos cuatro episodios de "Diario del artista" serán los cuatro primeros capítulos del primer volumen de "El anillo de Saturno". Podrás escucharlos y leerlos, igual que escuchas y lees estas páginas del diario. Y también podrás comentarlas, si quieres. Ya sabes que siempre leo y contesto la mayoría de las veces, cuando puedo.
Espero que disfrutes de este viaje que te ofrezco, y que lo compartas, cada vez, con quienes creas que pueden entretenerse con esta historia que he escrito.
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