¿Por qué hacer arte? ¿Por qué expresarse?
Es una pregunta que no me hago a menudo, pero cada vez que lo hago me veo obligada a ver mis debilidades. Las primeras respuestas -que no son necesariamente las correctas- son que "lo hago para realizarme personalmente", "para existir, para que me reconozcan. Para que me quieran" A menudo se dice que los artistas (sobre todo los actores) son vanidosos, narcisistas. Sólo les mueve el deseo de aparentar.
Pero, ¿es realmente así?
Tal vez no. Al menos, no todos. Me he dado cuenta de que lo hago para vivir y sobrevivir. Para afrontar mejor las dificultades que surgen a lo largo de la vida, con herramientas de conciencia diferentes, más íntimas, más profundas, naturales. El arte no sólo afila esas herramientas, sino que genera otras nuevas.
Actuar, por ejemplo, me hace experimentar dimensiones que de otro modo no conocería: "la vida de otro", escribir me permite indagar en mí mismo, en mi estado, en mi vida. En ambos casos, se trata de sublimar.
sublimar" es una palabra maravillosa, sobre todo cuando se relaciona con la podredumbre que todos llevamos dentro. Como decía De André: "De los diamantes no nace nada, del estiércol nacen las flores" Sublimar es eso que eleva el magma interior a diamante listo para ser mostrado y lucido.
Por supuesto, cuanta más gente guste de ese diamante, más rendimiento económico obtendrá el artista de su obra. No niego que sea importante, para todos, incluso para el artista, la inflación es real. Pero el beneficio a través del arte es lo que se llama una condición necesaria, pero no suficiente, al menos para mí.
Creo que el arte debe curar el alma. Llevar a quienes lo disfrutan y a quienes lo ejercen a una vía común, donde por medios casi mágicos, la sublimación del artista permita al usuario identificar sus propios nudos interiores, como un espejo del alma. Porque sólo así, identificándolos, puede uno enfrentarse a los demonios.
¿Cómo vencer lo que no se conoce?
El artista se inmola, cobaya de sí mismo, y escarba en su interior para explorar el inconsciente, el subconsciente, el noúmeno, para encontrar lo que hierve a fuego lento entre demonios y ángeles, en el país de la sangre. Y luego, con un principio que supera incluso a la alquimia, fabrica pequeñas perlas que devolverá a quienes tengan la paciencia y el deseo de disfrutarlas.
Este principio de búsqueda, que no tiene nada que ver con la conciencia meditativa de conocerse a sí mismo, sino más bien con la poderosa experiencia de enfrentarse a uno mismo y dar forma con sus proyecciones a algo manifiesto, a algo verdadero. Este proceso es necesario. Este proceso es para mí el arte.
El resto, como dirían algunos, es sólo canción.