Hoy no tengo ganas de escribir, no tengo ganas de hablar. Hay días en los que el silencio es el mejor amigo del pensamiento. Pero entonces, pienso en Eminem, que escribe kilómetros de letras cada día. Y a la pregunta "¿Pero entonces qué haces con todas estas canciones?", responde "Estas nunca irán a disco, estas las escribo para no perder la pluma"
No perder la pluma. Me gusta esa expresión, yo tampoco quiero perderla. Y luego, este espacio es también un lugar donde, a través de la escritura, escarbo en mi interior, me busco, incluso intento hablar conmigo mismo, preguntarme cómo estoy.
La vida es compleja, cuanto más avanzamos, más piezas se ponen en juego, y cada elección se convierte en un entramado de consecuencias que parecen estar más allá de nuestra capacidad de comprensión. Entonces, ¿cómo hacer? ¿Cómo actuar? ¿Por instinto? ¿O escribiéndolo todo en un papel y releyéndolo después para ver dónde estamos?
No lo sé.
Una cosa que me ayuda, cuando estoy perdido, es esto de escribir. Esta dedicación a algo que produzco, que realizo y que luego te doy. Es una pequeña meta, un ladrillo en lo que luego, un día, será una colección de mi época.
Mi padre me dijo una vez que el secreto de la felicidad es ser capaz de hacer una cosa al día. Hacerla y terminarla. En lo que respecta a mis objetivos, ya sean diarios o a largo plazo, utilizo una aplicación llamada "ToDo". He dividido mis objetivos en varias categorías. Están las tareas que hay que hacer pronto, y luego están mis proyectos, el diario del artista, el anillo de Saturno, el cielo de las damas, y luego hay categorías salvajes, como 'ideas para escribir' o 'libros y películas para ver y leer'.
También tengo una que es 'La casa perfecta', en la que pongo cada cosa/idea que encuentro que me inspira para una casa de ensueño. Dentro hay cosas absurdas como "un piano de cola tocando solo en el salón" o "al lado de un mercado" y muchas otras lindezas que dibujan una parte de un sueño que algún día, quién sabe, quizá haga realidad.
La semana ha sido compleja, he estado rodando "El paraíso de las damas", unas cuantas escenas, mi personaje, Tancredi di Sant'Erasmo, está atravesando, en este momento del rodaje (que se ha desplazado unos tres meses con la emisión) una fase parecida a la que estoy atravesando yo: está en una burbuja, esperando.
He escrito mucho, estoy casi al final del tercer volumen de El anillo de Saturno. El primer volumen está incluso listo para la imprenta. Quiero que llegue junio para que todo esté listo. He optado por publicar los cinco volúmenes con tres meses de diferencia. Escuchando vuestras respuestas, me ha parecido un buen compromiso entre la expectación y el deseo.
Y luego está mi vida, la sencilla, hecha de Elettra, su familia, llevarla al colegio, verla crecer cada día. Sus pensamientos son cada vez más refinados, su dominio del lenguaje también. Tiene un entusiasmo que envidio y que, lo reconozco, me contagia.
Qué suerte tengo de tenerla a mi lado.
A veces también tiene ideas maravillosas, y cuando le cuento historias, me sugiere otras mejores. Me gustaría estar más con ella, poder dedicarle más tiempo. Pero entonces vuelvo a caer en mi deseo de producir, que lo engulle todo. Y no puedo parar, no puedo abandonar este fuego.
Afortunadamente, mi trabajo también me deja mucho tiempo libre, y creo que soy un padre presente, aunque loco, que le transmite esta pasión por la expresión, por el juego, las historias, la magia.
Para que un día, como un "eco genético", yo esté vivo en su voz, así como en su corazón.
Entonces me emociono demasiado.