DIARIO d’ARTISTA
El secreto de Scrooge McDuck
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Una cosa cada vez
No recuerdo quién en mi vida me ha repetido siempre este mantra: "una cosa cada vez". Quizá mi padre. ¿O mi madre? El caso es que en estas cuatro palabras se esconde un secreto tan sencillo que casi pasa desapercibido. Si hay un ingrediente secreto que te permite completar lo que empiezas, es éste: proceder paso a paso. En la escritura, significa una palabra cada vez. Una idea cada vez.
Un personaje de Disney, Scrooge McDuck, suele decir que uno se hace rico de céntimo en céntimo. Quizá de él tomé este lema, y mi mente, con el tiempo, lo ha alejado del capitalismo imperante que destilan esas palabras, para darle un significado más espiritual, más filosófico.
El conocimiento se acumula pensamiento a pensamiento. Se crea una obra de arte gesto a gesto. Si esto es cierto, y creo que lo es, entonces la disciplina se convierte en otro elemento clave. Levántate y corre. Levántate y escribe. Levantarse y hacer. Siempre una cosa cada vez. Como dije en una página anterior del diario, la inspiración viene de la acción. Pero no sólo de la inspiración. El interés también viene del hacer. Parece que dirigiendo nuestras energías hacia un objetivo, un deseo de realización, podemos aliviar nuestros males, dando a nuestras vidas un sentido, una dirección: completar algo.
El sábado, mientras estaba en la playa tomando una cerveza, sentado en una mesa de madera erosionada por el tiempo, con el viento del atardecer sobre mis hombros quemados por el sol, algunos de mis amigos y yo nos encontramos por casualidad con un amigo del colegio de uno de los comensales. Llevando conmigo La aventura divina y sabiendo por uno de mis amigos que aquella chica era una ávida lectora, aproveché la ocasión para enseñarle el libro (¡nunca hay que desaprovechar una oportunidad!). Tras escuchar mi ensayada introducción: "Es una especie de Siddhartha y La historia interminable juntos", me miró y dijo: "Había un filósofo japonés, no recuerdo su nombre, que decía que en la vida hay que hacer tres cosas: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro". Le contesté que plantar un árbol me llevaría un momento.
Dicho esto, no puedo sino estar de acuerdo con aquel filósofo japonés. La creación es vida. Y crear, ya sea una planta, un libro, un monumento u otra vida, parece ser no sólo una fuente inagotable de energía, sino también de alegría y sentido.
Así que mañana, cuando me levante, como hoy, le repetiré a mi hija: "Electra, una cosa cada vez. Hazlo bien. Y luego sigue adelante". A estas alturas pone los ojos en blanco y resopla. Me parece oírla decir: "Ay, papá... ¿aún con eso?" Y en mis ojos no hay más que amor incondicional y alegría infinita .
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